domingo, 30 de mayo de 2010

Erase una vez nosotros #capitulo 2




CAPITULO 2 -Todo comenzó con una zapatilla y término con un suicidio-

No quiero oirlos, pero ¿por qué siguen hablando? No digas que el sol saldrá mañana, porque contigo la mañana será más oscura que la noche.  Para ti de nuevo es primavera, pero mis estaciones no cambian. Incluso si mi corazón florece otra vez, no tengo un mañana.
Tablo ft Taeyang - Tomorrow


Evidentemente el mundo no se detuvo; el planeta azul siguió su recorrido día a día dándole tanto al sol como a la luna de aparecer. Pero para mí fue como si en verdad se hubiera parado.

Mi cuerpo estuvo en posición fetal; y un vago pensamiento se preguntó si había alguien más quien compartiera este gris sentimiento que ahora albergaba en mi corazón. No lo encontraría por medio de palabras, ya que ni una salía de mi boca.

Transcurrieron pocos días y sin ninguna sorpresa por parte mi familia, no me moví de mi habitación por ende no pise la escuela, y también dejé que mi celular se descargara, desconecté la línea telefónica, puse las cortinas en las ventanas y así me mantuve. Lo peor es que no podía dormir.


 No estés así Annette – dijo la voz monótona de Margarita, no la miré ni un segundo.

Me hallaba rígida al momento de medio pararme, pues ésta tocó mi cabello diciendo palabras inentendibles para mis oídos puesto que ella hablaba un dialecto de donde venía. Luego creo que lo tradujo.

–El señor y la señora llegaran pronto –después de un viaje de sabrá cuantas semanas en La Habana. –Si te ven así no estoy segura de lo que sucederá, mi niña. Ve y date una ducha, por el amor del santo patrón.

Inmediatamente en su intento de  dialogar conmigo, fui a la ducha, y enseguida de que se llenase la tina me sumergí en el agua. Así estuve hundida antes de hacer espuma con el jabón, en el fondo yací un rato hasta que tuve que respirar más que nada por necesidad. La puerta se escuchó y sabía quién era.

–Así que al fin decidiste salir de tu madriguera, qué sorpresa.

Volteé tensamente a verlo, traía su pijama, por lo menos.

– Y bien, ¿piensas decirle a mis padres?

Asentí agachando la cabeza, aunque mintiera, no pensé precisamente en ello.

–No te conviene, Annette, ya sabes, a mi me llevaran al psicólogo – se acercó a la tina para jugar con el agua – Pero a ti, ¿Quieres saber lo que te pasara?

El silencio contestó.

–Todos sabrán que no eres una señorita.–

Se quedó sonriendo alejado de mi vista, pero después me observó aún más sonriente.

–Puedes regresar a dormir conmigo, bueno, más bien en mi cama.

Con su jugosa sonrisa se dio la vuelta caminando lentamente; en el momento que cerró la puerta, di un grito tan terrible deseando que alguien escuchara el himno de mi dolor.

“¿Por qué tenía que ser de esta forma?” Me preguntaba nuevamente hundiéndome entre el agua jabonosa. Vale, yo era una desquiciada, aquello no era el fin del mundo, me repetía mientras me vestía.  Un suspiro final vio la luz.

Allí al lado de los últimos peldaños de madera, justo ahí se encontraban mi familia. Tanto tiempo sin estar reunidos había olvidado lo que se siente ese tipo situaciones. Daniel y Caroline sin dudarlo, buscaron un abrazo reciproco. Por mi parte me escondía viendo desde arriba apegándome al barandal, sintiéndome como una pieza de un rompecabezas que no encaja. Todos ellos vistos por mí como personas sin sentimientos.

“¿Y Anne?” oí que preguntaba Marvin, el señor de la casa. “¿Dónde está ella?” volvió a preguntar, en ese segundo sin comprender bien el porqué me lancé corriendo por las escaleras.

–Ah, hermanita– dijo Daniel al observarme– Había pensado que algo malo te había sucedido ¡Mira que no comer ni salir de tu habitación por tres días!

– ¿Qué tú, qué? – preguntó Marvin tan preocupado que me sentía incomoda; más cuando tocó mi frente con su mano.

–Parece que tienes un poco de fiebre. Ella no puede ir así –repitió conciso

– ¡¿Qué?! –gritó exasperadamente Johana – ¿Y la sorpresa que teníamos?

– ¿Cuál sorpresa, mamá? –cuestionó Daniel

– Íbamos a hacer un viaje a Big Bear, estaba estrictamente en nuestro itinerario y que por lo visto –mirada directa a mí– no podremos

– Cariño – susurró Marvin – Ella es parte de nuestra familia, te olvidas que por ella es el motivo por el que iremos.

–Estoy bien, Marvin –repetí cada palabra lentamente pero muy segura de su significado.

Sus miradas me calaban hasta los huesos, pero creo que divisé una sonrisa de cada uno de ellos, más visible la de Daniel, que le encantaba presumir de sus idas al odontólogo. No necesitaban decir que ya estaba listo todo ya que en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos preparados para salir. Al fin y al cabo era fin de semana largo.

 Me hallaba, se puede decir, escondida en los sillones con la computadora portátil buscando en internet respecto a Big Bear, como siempre llegó de improvisto mi hermanito.

– Desde aquello esperaba verte llorando un mar de lágrimas, aunque lo mejor es que no me importa.

 Daniel, aléjate de mí ─ Lo que dije sonó contradictorio cuando yo me quise escabullir como si el fuese un ladrón. ─ Hablo en serio, bobo.

– Que bien que ya estés regresando.

– No te voy a perdonar.

– No estoy arrepentido ──

No dije nada ya que no sabía que contestar ante lo anterior. No fue tan necesario puesto que impuso su doble personalidad, me sonrió igual que un hermano verdadero lo hubiese hecho dejando a un lado lo molesto.

En mi mente estaba el insultarle lo más que podía, hasta que se sintiera afligido pero en ese momento llegó Marvin.

– ¿Listos? – gritó emocionado pero sin algún gesto por fuera, manteniendo su postura fría y a la vez cálida.

Big Bear no me sonaba a nada, hasta que busqué en el informativo google acerca de él. En verdad, no estaba preparada para que se tratara de un lugar turístico para esquiar.

Está bien, necesitaba tomar más aires para refrescar mi cerebro, o explotaría en cualquier rato y por una insignificante razón. Antes de que subiéramos a la Dodge Grand sentí una pequeña y extraña punzada, algo que me hacía pensar que yo era una especie de bruja mala. En ocasiones así lo creía pero más que nada por el hecho de estar con malhumor, pero esto era igual que una premonición veraz.

Estás idiota, susurré en la parte de atrás del carro.

– Eso creo –me contestó Daniel –Irte vestida de esa forma.

– ¿Qué tiene de malo?

– ¿Hablas enserio? Tan sólo mírate.

No lo hice porque sabía exactamente que llevaba puesto; un vestido negro con unas medias negras, con unas zapatillas converse negras y un suéter gris.

– ¿Nunca has visto la nieve, o has escuchado que hace frio?

Lo negué.

Me estuvo molestando de la peor manera que se le pudo ocurrir, contándome sobre él así que proseguí a un ¡No oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado! No sirvió de nada pues su chillante voz persistió. En un rato él, cayó rendido durmiéndose el resto del camino. Igualmente Caroline. Yo me recargaba en la ventana contemplando el magnífico paisaje de la carretera, a unos cuantos kilómetros después sentí el frío.

Llegamos al cabo de unas horas que se me hicieron que volaron puesto que no se hallaba muy lejos. Al salir del carro me concentré en que el sol brillaba pero todo el ambiente era muy frío. Todos llevaban ropa muy diferente a la mía, algunos llevaban unas tablas muy coloridas; me sorprendió ver que en una montañita con nieve niños caían de ella.

De pronto sentí mucho calor y dolor de cabeza en la recepción de las cabañas en que habíamos llegado.

–Bien, ya pueden hacer lo que les plazca, estas son las llaves de sus habitaciones, no la pierdan. Su ropa ya está allí, ropa nueva. ¡Oh Annette! te empacó Margarita la tuya .

“Ring ring ring, tenemos a un ganador” Nunca compraba ropa, normalmente lo que hacía era conseguir telas y hacer uno que otro modelo de vestidos. Raramente cocía faldas.

Me encantaba cocer y confeccionar, no solamente creaba lo que llevaba puesto, también se me daban las manualidades. En realidad, era para lo único que servía sin estropearlo.

De pronto cuando entre a mi habitación sentí una pinzada ¿Por qué de pronto quería salir corriendo y encontrarme con algo? Ya nadie de ellos me veía, sus habitaciones se encontraban lejos de la mía. Nada me ataba, ni mi Caleb ni nadie.

Podía huir cuando quisiera ¿Pero en realidad no era yo libre?

Esa sensación persistía, y mi ansiedad igualmente.

Uno, dos, tres ¡Corre, huye, pasa las escaleras, no voltees, algo allá afuera te espera! Me decía yo misma. Esa huida-correteada-troteada me recordaba a las de mi infancia que pasé junto a Caleb, una por lo menos a diario. Huyendo de todos, sin tener a nadie… tristemente lo extrañaba.

No quería parar aunque estuviera fatigada. Ya me hallaba en la carretera, y a pesar de que no hacía mucho tiempo viví entre las calles ahora se me dificultaba el escuchar los carros pasar con sus pitidos y la impresión de que algo estaba sucediendo. Me dio un hipo que intentaba controlar, volteaba a ver todos lados sin ver nada exactamente y noté como mis ojos se llenaban de lágrimas sin saber el motivo.

A unos dos pasos avispé algo, como si me miraran y giré a ver de quien se trataba. No hallé a nadie, sólo una tienda de antigüedades “Lo que nunca existió” se llamaba. Me dio un poco de curiosidad por el nombre y crucé la calle para entrar. La puerta sonó con ese ruidito molesto. Dentro había cosas muy poco interesantes para mí, colores opacos por todos lados y una canción de fondo un poco irritante. No se encontraba nadie dentro que no fuera yo, me quedé sin hacer nada.

El momento en que vi algo llamativo que brillaba en una vitrina lo observé sin pestañar, quedándome congelada, se trataba de un collar que ya lo sentía mío, por bonito y especial entre todos los demás. Decía “Te pertenezco” en letra cursiva, era pequeño y como dije lo sentía parte de mí.

– ¡No puede ser, cuesta $800 dólares! –Grité apabullante

–Al fin te encontré

Esa voz entró por mis oídos y no se iba, era tan varonil y tan única. Miré a mi lado encontrado a un hombre, o caramba viendo mejor era un joven que mantenía la vista en el collar. No pude continuar viéndolo y volví a intentar fijar la vista en la joya pero ya no estaba, otra vez giré y ya estaba en las manos del hombre. Esta vez lo vi, era tan difícil de explicar pero no podía despegarme, era un tipo que raramente hallarías en un día cualquiera. Y él no notaba mi existencia.

– No te emociones, yo lo vi primero – le dije esperando que me notara, pero no lo hacía, seguía aferrado al collar como una de las 7 maravillas del mundo.

Le chifle para que entendiera que era a él a quien llamaba.

─ No te hagas el desentendido, yo entré a esta tienda mucho antes que tú ─

– Entonces debo suponer que tienes el dinero para pagarlo – contestó clavado en tan peculiar joya.

– ¿Qué diantres? ─ repetí ─ Me niego a discutir con alguien como tú.

Paró de dejarse cautivar por el collar para concentrarse un segundo en mí. Este traía unos lentes de sol puestos, una camisa de manga larga negra, pantalón negro y… ya no quise ver abajo como si fuera un escáner. Algo me hacía querer acercármele. Era tan…

¡Alto! Antes de seguir dejando que mis hormonas me gobernaran, salí de la tienda dejando pasar ese suceso.

No muy lejos de ahí, me senté en la acera pensando en exactamente lo que tendría que hacer. Suspiré queriéndome levantar rápidamente. Se me entumió la pierna, no le di mucha importancia el que yo diera una patada, pero ¡Bam! Una de mis Converse salió volando por medio de la calle. Yo hubiera metido un esplendido gol si jugara futbol. En cuanto tocó tierra firme, me dispuse a brincar con un pie para rescatarla, di dos brinquitos cuando me convertí en una estatua, no lo vi llegar. El tipo de la tienda de antigüedades la agarró cuidadosamente, yo escuchaba el palpitar de mi corazón.

Él caminó en medio de la calle y venia directo a mí; lo suponía, sin embargo por el ángulo en que su rostro estaba probablemente volvía empeñarse en no notarme, sus pasos eran muy lentos. Cuando llegó a mi lugar volteé para perder el contacto visual. Estiré mi mano para que me la diera resignada a no verlo nunca más.

No podía creer lo que sucedía, miré al frente y ya no estaba allí parado, luego sentí que alguien me tocaba el pie, él se hincó para ponerla. Aprendí a conocer a los chicos, era igual que todos. Jugó conmigo sobre "Parezco un chico malo que no me importas porque estoy buenísimo y consigo lo que quiero, pero en realidad busco de ti, ya sabes…"

 Un ruidito salió de mi pecho y no se trataba de hipo

– Lo hubieras dejado– solté secamente directo a sus botas negras, no eran como las que traían los demás para esquiar, estas eran más de estilo soldado. Deje instantáneamente de verlas, pues realmente no me importaba sus zapatos ni los de nadie.

– De nada – Contestó, de inmediato sentí escalofríos en mi espalda–


Mis pensamientos, mi cuerpo, mi todo estuvo perplejo en el segundo en que se quitó los lentes de sol, su rostro era tan intimidador para alguien como yo. No había dado con que sus ojos eran de un hermoso color miel, no amarillos, eran café claro. Ellos resaltaban con su cabellera negra, y ese corte tan moderno que no quedaba con la forma en que hablaba.

Igual a todos, me volví a repetir

– Nos vemos, chico de negro – finalicé sarcásticamente.

En su mirada vi algo, ya que todo lo demás se mantenía igual.

– Es irónico que lo digas de tal forma, cuando tú también estás de negro, damita.

Si, fue algo tonto que le comentará aquello. Pero aunque yo no le llegaba a los talones, y menos por la edad, tenía la frente muy en alto porque yo resolví su jueguito.

Regresé con mi paso firme caminando por el lugar, no esperé que me siguiera.


– Discúlpame – comentó siguiéndome el paso sin dificultad – Es sólo que ocurre que estuve buscando un collar como ese desde hace tiempo. Mi abuelo solía decirme que su padre tenía una promesa de amor, y que un collar que dijese “Te pertenezco” era su instrumento.

– Todo eso es muy lindo ─y extremadamente cursi─ ¿Pero por qué me sigues?

– No te estoy siguiendo ─dijo con semblante seco.

Nos quedamos quietos, me percaté de que mi corazón seguía latiendo fuertemente.

– Vamos por un café

Ni siquiera me lo pedía y eso me molestaba. Tan rápido se me paso la molestia, pues se puso a mi lado haciendo ademan de que una cafetería estaba al lado. Tanto me sorprendí que otro ruidito se escapó de mi pecho. Iba entrar al lugar pero éste se me adelanto para abrir la puerta e incluso sosteniéndola para que entrara.

– No era necesario – susurré. Cada vez me quedaba más claro que sus tácticas las aplastaría. Aunque no tuve validez, fui yo la que accedí a ir por un café con un extraño. Que era guapo y poco simpático.

Quería ir a la caja a pedir y apagar, nuevamente el tipo sin nombre me ganó. Nos sentamos en una mesa que estaba pegada a una gran ventana que daba vista a la carretera. Él se sentó frente a mí.

Cuando toqué la taza tan cálidamente caliente, noté que mis manos se encontraban congeladas y que ese vapor salía por mi boca.

– ¿Cómo te llamas? –pregunté soplando al café.

– Tienes los labios morados.

– ¿Así te llamas? ─incluso me burlé aun cuando mis dientes cascabeleaban.

No le causó gracia, suspiró suavemente.

– Creo que mi nombre no es importante. Mejor juguemos “Verdad o castigo”

– No lo he jugado y por lo tanto...

– Solamente tienes que escoger entre las dos, si decides verdad me contestaras sin mentir lo que te pregunte, si escoges castigo tendrás que recibir uno.

– ¿Y cuál es el chiste de ese jueguito?

– De que no sabes lo que yo diré – respondió recargándose atrás de su asiento

– Está bien, después de todo te debo el café. – no pensé en las consecuencias, lo único que estaba consiente era de que no quería que un extraño supiera de mi vida– Castigo

– Acuérdate de mí.

– ¿Qué clase de cosa estás pidiendo?

– Es tu castigo, lo tienes que cumplir, punto.

– Es como si me pidieras que te espere, ¡a un extraño!

        Dicho en otras palabras, tienes razón.

– ¿Sabes que das miedo?

– Desde luego. ─ mostró una especie de mueca extraña.

Se levantó de la mesa, devuelta a ponerse sus lentes de sol, que por cierto lo hacían ver como un idiota puesto que no había sol, ¡ah! También creí que le quedaban bien y hasta pensé que era atractivo, no obstante eso era lo de menos. No deseaba pensar así, pero le iba a dar la palabra.

– ¿Te vas?–

–Si – buscó algo en su bolsillo –No olvides cumplir tu castigo. ─pidió con la entrega del hermoso collar.

– ¡Que estúpido, tanto para nada! ─me quejé, este tipo había hecho demasiado por la reliquia.

–Mira, no tengo tiempo para esto. Sólo te pido que lo conserves contigo.

– ¿Cómo vas a estar seguro de que no venda el collar y de que no lo pierda?

– Confiaré en ti, damita. Me lo devolverás en cuanto te vuelva a ver. ─lo sostuve entre mis manos.

Salió por la puerta, yo quería perseguirlo, pero otra vez me sorprendí cuando vi entrar a Daniel con Caroline a su lado; ella lloraba y él parecía molesto e irritado como muy pocas veces.

– Aquí estabas ¿Por qué te alejaste tanto del hotel?

Así que ellos no estaban consientes de que mi intensión era huir, interesante.

– ¿Qué hacen aquí?

– Nos tenemos que ir inmediatamente.

– ¿Por qué?

– Tía Miranda acaba de fallecer.

– Lo siento – repetí cabizbaja

– Si, y tú tomando café, mis padres están a unas cuantas cuadras, tomaremos el primer vuelo para irnos. Ve con ellos, nosotros compraremos café para el trayecto.

Y así lo hice, mis planes se hicieron pequeños y mejor volví al camino fácil donde era una mantenida.


–  Por qué te retienes de hablarles con esa boquita que necesita jabón, como lo haces a mí– era otra vez el chico de más o menos mi edad–

– Tu caso es muy diferente –comenté furiosa.

Se acercó a donde yo estaba, agarro mis manos, su contacto creó una explosión de sentimientos. Me hundí en ellos hasta que aprecié que me colocó unos guantes.

– No los necesitaba– fue lo que salió de mi boca

– Jamás creas que esto es un sueño.

–Muy bonito lo que dices, pero no le hayo sentido que recuerde lo que me dice un desconocido sin nombre.

– Me llamo Peter.

– ¿Por qué tus padres escogieron ese nombre tan...? Bueno, olvídalo, mi nombre es Anne.

─ Como tú dijiste, no era necesario.

No se despidió, no hizo nada más que irse lejos de mi vista. Cada vez más lejos y yo sentía que me abandonaba para siempre. Para colmo los Miller los hallé extremadamente violentos, como si tuvieran cola que les pisaran. Nos fuimos de ese lugar y cuando menos espere ya nos encontrábamos en un aeropuerto, sin equipaje, solamente las tarjetas de crédito pertenecientes de Marvin.

Jamás había volado en un avión, me hallaba nerviosa por el proceso tan largo. Pero después cuando abordamos, regresó en mí el pensamiento de Peter, ese chico. Creo que me dormí todo el recorrido para llegar a una escala. Luego de varias horas continuamos el viaje.

Lo único que sé es que llegamos de noche y no sabía exactamente donde estábamos ya que los demás se la pasaban melancólicos, no me atrevía a preguntar. Además de cuando arribamos a una ciudad viajamos por vía terrestre. Nuestro viaje partió de una estación de tren y me atreví a preguntar nuestro paradero. Daniel me respondió que en un pueblo llamado Shamley Green. Seguía teniendo sueño y me volví a dormir en el camino al lugar ese.

– ¡Anne, vamos! –me despertó Danny
–Por fin –dije estirando los brazos –lo sentí tan eterno
– Porque estamos al otro lado del mundo
– ¿En serio?
– Si, y estás a punto de conocer a toda la familia de mamá, todos ellos son muy raros. En especial mis primos. Bueno tal vez te agraden.

Todos bajamos de allí, afuera nos encontraba un señor bastante canoso. Él les dio el pésame, y ellos a él. Me miró de reojo pero no dio seña de que le importara mucho. Igual a mí.

Cerca se encontraba una pequeña mansión, no tanto pero tampoco era un castillo. Sorprendentemente ese era el hogar de la fallecida señora Miranda. Tenía entendido de lo que escuchaba de la plática de los mayores era que ahí vivían la fallecida, sus hijos, y el señor que nos acompañaba, y él como era un militar no estaba ahí muy seguido, además de que él no era el padre del primer hijo de Miranda, ya que ésta tuvo una relación fallida anteriormente.

Dentro de la casa, no me importó la hermosa decoración colonial. Escuchaba llantos de otras personas, reencuentros familiares, abrazos y toda una atmosfera que me hacía sentir irrelevante.

– Sin querer estás vestida para la ocasión, toda de negro.

– Ni por un fallecimiento puedes comportante, bobo.

– Danny, hijito busca a Kevin por mí – pidió Johana desconsolada, nuestra madre y a punto de volver al llanto.

– Anne, ve tú por él

– ¡Valgame! Ahora soy tu mandadera – Alcé la voz y todos me voltearon a ver.

– Anne si tu hermano te pide un favor, agradecería que lo cumplieras. – comentó Marvin igual de triste que su esposa

– Lo hare pero debe haber una explicación ¿Verdad Daniel?

– ¡Lista! Kevin es un chico un poco violento, hace unos cuantos años me seguía haciendo moretones.

– ¿y cómo lo reconozco?

– Tiene un año menos que yo, es bastante alto y gordito, es rubio, y probablemente lo primero que te hará es darte un puñetazo.

 Por supuesto, es de familia. Ustedes son unos zoquetes

– ¡Rómpete una pierna! –me gritó cuando subía las escaleras.

Buscaba a ese tal Kevin, por todos lados intentando quitarme el miedo a la oscuridad. Fue inevitable pues al escuchar el maullido de un gato comencé a gritar y a correr como loca por el largo pasillo hasta entrar en una especie de ático. Ni idea de cómo llegué ahí.

Junto a la ventana reflejando la luz de la luna en su cara estaba un chico que si era alto, si era rubio, si parecía tener unos años menos que Daniel, pero no era gordito ni mucho menos.

– ¿Tú eres Kevin?
– Depende. – contestó con voz entrecortada
– Es un alivio, te estoy buscando, espera, ¿Qué haces?

Yo vi como en un segundo abrió la ventana y… ¿Quiso saltar por ella?


lunes, 17 de mayo de 2010

El ultimo adios




Esta canción es mi consuelo





AL FIN LLORE UN LITRO DE LAGRIMAS



No me importa si rima, no me importa si no tiene sentido, no me importa si es corto a lo que mereces, es lo que senti cuando te vi:

No existe ni un metro de distancia entre nosotras, pero ten siento tan lejos
Eso me hace pensar que las dos crecimos juntas
Tu me defendiste siempre, y yo no
Suena tonto pero yo te di mi primer beso
Oigo la voz de mis padres pidiéndome que no llore
¿Cómo? Cuando te estoy viendo inmóvil
¡Malditos desgraciados los que te llamaron fea!
Tu eres preciosa, mi pedazo de alegría.
Cuantas cosas buenas pase junto a ti
Aun así lo que mas recuerdo es mi mala maña de maldecir…te
Tu mi bebita, mi dulcecito
Me acuerdo cuando te abrace por primera vez
Como hoy mismo, yo lloraba. En ese entonces antes que nada te sonreí
Y tú levantaste tus orejitas
Ahora mismo escucho I'm gonna be ok, without you,

Yo me pregunto “¿Por que él repite que todo pasa por una razón?”

Quiero que sepas mi dulcecito que aunque nos separen
Y Yo viva en este condenado mundo, anhelo que me esperes
Mi fiel amada
Te acuerdas cuando repetí “No llorare si alguien me deja”
después de ver a tantas estúpidas, infelices que lloraban la falta de alguien
Y ahora lloro por ti
No esperaba escuchar mi corazón latir cuando desconozco el amor
Es tan patético describir el amor cuando no lo siento
¿Acaso tú me quisiste? Yo sé que es así
En cambio yo te maltrate
Por eso y mas me pondré de pie, no entregare mi corazón
Y te sonreiré por última vez, mi bebita
Vuelven a salir las lagrimas, “Yo te amo”
Ya te llevaron lejos y te van a tirar como si significaras nada
Infantilmente yo siempre te dije que eras mi mamita
Mi mami, mi bebita, mi hijita, mi princesa
No me importa aparentar ser fuerte
Estoy dañada… Y tu muerta ¿Pero por qué?
Esperaba que mis sueños se hicieran realidad
Pero sin ti será difícil
Cada segundo nos separamos mas, ahora te encuentras bajo tierra
Alguien tiro parte de mí

Siempre me auto-sentía bien con mis libros de autoayuda
Ahora no me quiero tragar mis palabras, mi dulcecito…
Aunque pasen 10 años, como lo que vivimos tú y yo
Y tu recuerdo se vuelva borroso
No Demostrare que mi corazón es frio y despiadado
De la misma manera en que te vi en un charco de sangre y no hice nada
Hoy veras que mis días no los pasare en la oscuridad…
Una sonrisa que no es verdadera te demuestro…
Mis ojos se cierran y ya no te veo.
Espero que me perdones, o si no
no creo que podre decir “Lo logre”
como me visualizo diariamente en mis mas alegres sueños

Tú creíste en mí, aunque todos me llamen basura
Tú serás la que cruce mi mente…
Cuando me percate una y otra vez que el sufrimiento tiene que pasar.
Contigo hice muchas cosas, sin ti hare el doble.
Mis propósitos y mis sacrificios están fijos, gracias a ti.
Por eso te amo… mi compañera desde que tengo 7 años.
Conociste mi temperamento, y eso es difícil de lograr.
A pesar de que nunca te escuche decir ni media palabra
Te comunicaste conmigo antes que con nadie.

No tengo mas que decir… tú estás dentro de mí.
Escucha donde estés: mi ultima lagrima dice “Voy a estar bien, algún día”

viernes, 7 de mayo de 2010

Yupppi ya llevo un año

Hoy exactamente son las 8:13 PM (en mi ciudad) y es 7 de mayo;


Increíblemente un día como hoy pero de 2009, Briana creo un blog en donde subió su primera historia “Titulada DECISIÓN FINAL”


Así es:

¡Hoy cumplo un año en el mundo blogger!



Me encantaría decir que Juliette World lo cumple pero apenas lleva 1mes y dos días xD

lunes, 3 de mayo de 2010

Erase una vez nosotros #Capitulo 1

CAPITULO 1: Antes del nosotros, estuvo el “YO”




Mi corazón magullado me está gritando que te encuentre ¿dónde estás exactamente? ¿no puedes escuchar mi voz? Incluso si vuelvo a nacer. No importa cuantas veces renazca no podre vivir un sólo día sin ti. Tú eres la única que protegeré, la única que yo amaré . 
It has to be - Yesung


Sube, baja, vuelve a bajar y de nuevo sube, constantemente sin perder el ritmo. Esta aburrida explicación del teorema de Pitágoras si que era tediosa; capaz de hacerme bostezar varias veces. Al fin sonó el timbre anunciando que terminaba la clase. Yo estaba más que feliz así que me lancé a mi casillero mientras chiflaba.

Unas manos me taparon los ojos por detrás, delicadas pero grandes manos. Indudablemente era él.

─ ¡Hey, deja estas boludeces! – exalté sonriendo

─ No seas así de tonta –dijo permitiéndome mirar. ─ ¡Feliz cumpleaños! – recitó en un intento de que el mundo lo supiera.

Chocamos las manos, nuestro original saludo que le había enseñado. Comenzamos a andar por el pasillo, Jim y yo como siempre para ir a la cafetería a disfrutar el poco tiempo que pudiéramos estar juntos.

─ ¡Meme ya no eres una niña! Al fin 15 primaveras ¿Qué se siente? – cuestionó deteniendo su desentendido paso antes de abrir la puerta. Me decía Meme, aunque no fuera mi nombre. El repetía como un cotorro “eres mi Meme porque Me encantas y Me enciendes”.

─Déjame pensarlo – miré directo al bote de basura para aventar mi goma de mascar –Ahorita siento que se me va a acabar el mundo sino trago algo de comida, pero normalmente –al fin entramos; continúe éste asunto más seria cuando nos plantamos en la fila por comida – Siento que éstas cosas van creciendo, ya sabes un día amaneces toda plana y al siguiente ¡Pum! Ves curvas por aquí y por allá –contesté sentándonos en una de las mesas más lejanas.

─ Deberías reservarte ese tipo de comentarios, se te olvida que soy varón. Mi mente vuela a mil por hora, querida.

─ No llegará muy lejos. Además, Jim, ¡vamos hombre! No actúes cómo si no supieras que así soy yo.

─ ¿Podrías dejar de hablar con la boca llena? Es desagradable y poco educado…. –Acongojado me manifestó su punto de vista.

Me miró mandándome una onda de destellante furia tras sus oscuros ojos; le gané en menos de un “En sus marcas, listos y fuera”.

Jim, era esa clase de chico que no encuentras en las calles. Podría decirte que eres una vil cualquiera, pero con una delicadeza que hace que pienses que es el más hermoso del planeta. En sí, él había cambiado desde que lo conocí.

Él limpiaba sus lentes cuidadosamente y después de masticar mi manzana, lo observé estupefacta. ¿Por qué no podía actuar y salir su verdadero yo con otros? Tal vez porque éramos un fenómeno en la sociedad en que vivíamos. Y aun así, sin importar nuestra rareza, la gente le seguía atrayendo más la apariencia, la cual nos mostraba como los raritos.

─ ¿Sí tienes esa cara tan buena por qué no tienes una nena? – le resoplé en su frente masticando mi manzana.

─ Novia, Anne, se dice novia –sonrió volviéndose a poner sus lentes ─ ¿Ya probaste mi cara para saber que está tan buena como dices?

─ En ese caso tendría que probarlo.


Muy decidida, le di la vuelta a la mesa para estar frente a él, y con un golpe lo tumbé de espaldas en el asiento, mi ataque comenzó e inicié una guerra de chupetones por toda su cara. Él en lugar de ser un aguafiestas (cómo antes) y decir que parara, se rió a carcajadas.

─Puedo decir que si. Es bastante sabrosa– confirmé todavía arriba de él

─ ¡Meme! –repitió gimiendo inesperadamente ante mí

─ ¿Qué? – cuestioné sentándome a su lado y volviendo a poner mi concentración en la manzana.

─ ¿Siempre tienes que llamar la atención? Bueno olvídalo, ya conozco la respuesta así que mejor digo esto antes de que quiera arrepentirme, ¡Ten!

Básicamente le di una mirada de reojo y agarré el papel que me pasaba. Ojala fuera lo que pensaba, ¡Oh por la varita de Harry Potter! Si lo era…

Jim, era un excelente dibujante, cuando lo conocí no hacía más que estar pegado a su cuaderno y garabatear en él, eso pienso ya que nunca me lo mostraba. Ahora, tenía en mis manos una caricatura nuestra. De esa clase, que exagera un poco tus facciones pero sin llegar a ser vulgar o muy extravagante; fascinantes y hermosos trazos en líneas de carboncillo.

En ella, resaltaba mi baja estatura y la suya casi poniéndonos al nivel de los pitufos. No dude en reírme cuando leí en letras góticas “Siempre seremos Jack y Rose”, no por burla. En realidad era una gran obra maestra tratándose de un chico de quince años y tres meses de edad que todavía no le salían pelos en la cara. Y bueno en otras partes.

Jim estaba reafirmando una memoria que teníamos.

Unas semanas atrás en clase de artes tuvimos que planificar una obra de teatro ¿Yo actuar? ¿Jim ser el protagonista? ¡Jamás!

De hecho fui la jefa de vestuario y él se encargó de la escenografía. En uno de los ensayos de la puesta en escena de El sueño de una noche de verano, cuando se suponía que estuviéramos terminando nuestro trabajo, Jim se lleno de aburrimiento y por ellos no desistió a embarrarme de pintura.

Estuve molesta, irritada y muy sentimental ya que andaba en mis días, en esos que quieres morirte por ser mujer. Le hice una señal poniendo un dedo para abajo. Claro, hombre tenía que ser, no entendió ni papa a lo me refería. Valió caca lo que le dije, en lugar de dejarme tranquila siguió pasando por mi lugar manchándome más y más.

Lo admito, no podía estar totalmente amargada, le seguí la corriente y agarré un bote de pintura e hice lo que tenía que hacer. No parábamos de reírnos, hasta que a Frank le parecimos una gran molestia. Al hijo de mami no le gustaba que la interrumpieran cuando hacia su interpretación de Lisandro.

“No es nada fácil querer meterse en tu papel y luego escuchar ricitas como las de ustedes” dijo en su tono de mojigato.

“Que mamón” le susurré a Jim, aunque nos vieran todos, él y yo chocamos cinco y nos reímos más.

Llegó al tope su paciencia y fue directo a nosotros para darnos un reto.

“Piensan que lo saben todo, inténtenlo siquiera” nos dijo

Estábamos un poco acelerados pero al estar en frente de todos y sentir sus miradas percibí el calor del entorno. Nuestras miradas se conectaron. El agarró mi mano, yo sabía que Jim conocía perfectamente las líneas, ya que idolatraba a Shakespeare.

Tuve por un momento terror de que él me dejara en ridículo sola. Me arrepentí inmediatamente pues cerré mis ojos en un intento de calmar mis nervios. Every night in my dreams, I see you, I feel you, that is how I know you go on… Escuché suavemente y me percaté de lo que realmente hizo.

Jim, cantaba con todo su sentimiento. Intenté superar su creatividad parándome enfrente de él y diciendo cursimente “Estoy volando Jack, ¡Estoy volando!” Las chicas que estaban con nosotros seguían cantando a todo pulmón My heat will go on.

Todo iba perfecto hasta que al muy idiota se le ocurrió declarar sus sentimientos “Meme-chan yo a ti ashiteru” que en nuestro lenguaje significaba Anne, te amo.

No nos escapamos de los cargos por arruinar el ambiente de tan buena puesta en escena. No obstante, ese fue el primer día en que supe que también lo quería Jim. No obstante, no se lo diría.



─ ¿En qué piensas? –preguntó viendo mi bandeja que estaba casi igual a cuando llegamos.

─ En muchas cosas. –contesté soñolienta recargando mi cabeza en mi mano izquierda.

Pareció no poner atención a lo que le contesté, hizo una serie de muecas muy divertidas según mi punto de vista, pareció que estuviera meditando.

─ ¿Quieres ir a mi casa? –

─ Vaya, ¿es el fin del mundo?

─ ¡Anne Gee! –gritó e inmediatamente le gruñí

─ ¡Anne apesta!

─ Te informo que ella eres tú.

─ Si, estoy segura de que en cuanto aprendí a leer, concluí en que me cambiaron a ese feo nombre, ahora déjame refrescar tu memoria y decirte que en tu acta de nacimiento dice “Jimmy Kenneth McLaughlin Connolly”

─ No envilezcas mi primer nombre que sabes perfectamente que es puesto en honor a mi bisabuelo. ─

Justo lo recordaba, ese Jim que vi por primera vez conocí. No soportaba sus calamidades, era mejor dejarlo que aumentara sus adulaciones cuando yo no estuviera presente, sino, yo mismo lo bajaría de su nube en un momento de descontrol.

─ ¿A dónde vas? –

─ Te dejo, por el momento no te soporto.

Afuera esperaba a que se me pasara el coraje y que a él se le bajaran los sumos sin que interviniera. Mi temperamento es lo que más detestaba, pero estaba orgullosa de no hacerme valer menos por el simple hecho de no tener familiares millonarios, en sí, yo no tenía familia.

“La recogida, o la huérfana” es de la forma en que me llamaban las familias de esa clase en donde no encajaba. En un principio dolía escuchar sus frías palabras cuando ni siquiera dabas un paso para alejarte, yo quería desaparecer de toda faz con vida, dar vuelta a la página y la di.

Me arrepiento de por primera vez sentir tristeza, cuando todo fue tan fácil después de ignorar mi alrededor.


Caleb, fue aquel que me ayudo a vivir en las calles. Consiente que no existía nada que nos ligara, yo prometí desde pequeña estar junto a él mientras me necesitara; diez años han pasado y todavía no encontraba algo que me hiciera arrepentirme de aquello.

Esperaba cada día encontrarme con él, eso debido a que es cinco años mayor que yo. A nadie le importó que él fuera casi cómo un hermano para mí, me dieron en adopción a mis diez años. Desde entonces pasé a vivir en ese mundo al que no pertenecía.

Mi casi hermano me siguió hasta el hogar de los Rutherford en Los Angeles, CA. Lamentablemente no nos veíamos lo suficiente después de que Marvin pusiera una orden de alejamiento, según porque no me concentraba lo suficiente en la escuela por estar pensando en verlo, pero bien eso no lo podía decir a los jueces e inventó que me “acosaba”.

Tuve que soportar 2 años en ese martirio.

El psicólogo escolar les indicó a mis… ¿Cómo les llamaban?, a Marvin y a Johana, que lo mejor era que me transfirieran a una nueva escuela. Y así fue, nos mudamos a un distrito nuevo, y para mí y Caroline significó nuevo ambiente escolar.

Igual a todos, la gente me trataba diferente, tal vez por ese aire que según Daniel me hacía ver cómo una psicópata.

Volvía a no tener amigos, a holgazanear entre clases y hablar sola. Lo mismo de siempre desde que entre a la escuela.

De esa manera conocí a Jim, creía que era un tipo humilde y amable por ayudarme pero volví a sorprenderme al encontrarme con alguien frio e inferior en pensamiento. Ya daba lo mismo, ese chico era diferente desde mi perspectiva.


─ ¡Ya llegué! – aseguré abriendo la puerta y escuchando el eco que hacían mis palabras.

¿Qué pensaba? Nadie iba a responder, puesto que salí un poco antes de la escuela para reflexionar, si se podía decir así, en el transcurso del camino.

─ ¿Por qué estás aquí tan temprano? – cuestionó Margarita caminando en la entrada con una canasta de ropa sucia.

Si no me equivocaba allí estaba la mía, cosa que no me agrada.

─ Margarita ¿qué crees que haces con mi ropa? –reproché indignada

─ Niña, eres demasiado rara, sabes que a los señores no les agrada tu forma de vestir. –comento sacando un vestido mío de la canasta.

─ Por lo menos intento ser femenina usando vestidos –dije batiendo la canasta y explorando en terrenos desagradables – No cómo antes.

─ Si, entiendo esa cuestión de que uses vestidos cuando antes parecías un varoncito mi niña, pero eso de que andes con dos palos en la cabeza como si fueras chinita es rarísimo.

─ Me gusta darle personalidad a mi cabello –afirmé sentándome en el piso instantáneamente

─ Está bien –Margarita batió mi cabello y rebuscó en mi mochila –No les diré a los señores que no fuiste a las últimos clases pero, ¿puedo saber la razón?

A pesar de no ser una jovenzuela, ella le fascinaba que le contara mis aventuras. Hubiera sido mi aliento en los momentos de dolor en la escuela; no fue así ya que llevaba poco con el trabajo de “ayudante de limpieza”.

─ ¡Jim es un bastardo! –Le solté sentándome arriba en la isla de la cocina –Ese tonto, me hace sentir que vengo de la basura.

─ Toma –me pasó un vaso de jugo de naranja y mis pastillas – Anne, no te sientas tan mal. Además las dos sabemos que creciste en las calles.

─ Lo sé. –repusé bajándome e indignada

No me gustaba escuchar esos puntos de vista, no entendía por qué, mi pasado lo quería olvidar, no del todo pues Caleb era lo único que desenvolvía de importancia.

Subí las escaleras de tres en tres, mientras me quitaba la falda, el suéter y los zapatos. En cuanto abrí la puerta de mi habitación ya no traía nada de ese espantoso uniforme. Ya iba a jalar la chapa cuando sentí escalofríos desde las piernas a mi espalda.

─ Así que volviste a faltar a clases, hermanita.

─ Hola –saludé volteando a él. Justo su habitación estaba enfrente de la mía. Vale, no era la gran cosa cuando yo siempre cerraba la puerta con seguro.

─ Lindura, traes dos hilos colgando –dijo Daniel, mi supuesto hermano universitario volteando a verme fijamente.

Rebusqué debajo en mis piernas desnudas, solamente traía mi ropa interior que decía y no encontré a la vista esos hilos que me decía.

─ Sorprendente –echó un bostezo ─ Y hablando de sorpresas ¿Dónde está tu amigo el de las gafas?

─ ¿Jim? – Él asintió – No me hables de ese idiota que te rompo tu culo.

─ ¡A que no lo haces! –mencionó sarcásticamente

─ ¡Ya! – No hablaba tan en serio.

─ ¡Vamos, inténtalo!

─ ¡Danny!

─ ¿Qué hice? – aparentó inocencia, sólo eso.

─ Tengo sueño, hoy no ha sido mi día, y tú estás enfadándome. -solté

─ ¿Cómo te lo digo? El trabajo de nosotros, los hermanos es arruinar la vida de nuestras hermanas, sin embargo nadie más tiene permiso de hacerte la vida de cuadritos.

Le dirigí una mirada suspicaz y aventé la puerta ante sus ojos.

Corrí a tumbarme en la cama boca abajo, sintiendo la oscuridad de una ceguera. Tenía mucho sueño por esa cosa de levantarme temprano cada día; no estaba justamente acostumbrada a aquello. Escuchaba el latido de mi corazón, lento ¿Cómo no podía saber su nombre? Sí, yo en un tiempo no supe el nombre de ese pequeño saltarín. Me gustaba escucharlo porque me tranquilizaba, me neutraliza y cuando menos creía ya me encontraba en un mundo de sueños.

En el momento en que casi dejé de estar consciente y ya me sentía dormida, sonó el teléfono.

Lo descolgué, pero antes vi la hora, ya era noche. Lo que quería decir que si me había dormido bastante tiempo. Me senté en la cama y contesté la llamada.

─ ¿Qué quieres?

─ ¿Estás enojada? –preguntó Jim, yo sabía que era él, ya que la línea del teléfono de mi habitación era privada y exclusivamente mía, además Jim era el único que me hablaba.

─ Bastante – aseguré medio dormida

─ ¿Estabas durmiendo?

─En estos momentos –volví a cerrar los ojos e irme para atrás ─ Estoy completamente insoportable, así que buenas noches Jim. – Y le colgué.

Quería volver a dormir, sentía que algo mágico había sucedido, tal vez fue un sueño que me había hecho sentir muy bien o algo mas, una migaja que desconocía, por ahora.

Nuevamente el teléfono sonó.

─ ¡Te dije que quería dormir! –

─ ¿Puedes dormir sin mí?

Inmediatamente me sentí incomoda, prendí la luz, y agarré una almohada y la abracé con una sola mano.

─Caleb –susurré estupidamente.

─Si – se rió dulcemente y continuó con su hermosa voz─ ¿Estás bien?

─ Creo que sí, perdóname por gritarte, pensé que eras alguien más.

─No te disculpes, detesto que actúes cómo si yo fuera superior que tú.

─ ¿Y bien?

─ ¿Y bien, qué?

─ ¿Dónde estás?

─ Al frente veo una inmensa casa azulada, la habitación delantera tiene la luz prendida y no hay carros en la entrada.

─ Yo solamente veo las insípidas paredes beige.

─ Eso parece un manicomio. Antes de que se me olvide –suspiró - ¡Feliz cumpleaños, Anne!

─ Lo recuerdas –repetí sin que mi cabeza estuviera totalmente en que hablaba con Caleb, estaba pensando en aquel día.

─ Por supuesto, hoy es el aniversario de cuando nos conocimos.

Mi hipotético cumpleaños, no era mi fecha de nacimiento sino más bien la fecha en que conocí a Caleb.

Escuché un chiflido que no venia sólo del teléfono.

─ Sal, estoy aquí a fuera.

─ Espera un segundo – dije apresuradamente mientras corría a mi armario para ver que me ponía.

Pasé de vagabunda a amante de la moda. Me fascinaba la ropa cómo a toda mujer, combinaba mi ropa aunque estaba consciente de que no era lo más importante en la vida. No hice tanto ímpetu en que me iba a poner, pero algo tenía claro, no eran pantalones.

No salí por la puerta; era mejor hacerlo por la ventana cuando ya era un poco tarde, sin contar que a Marvin trataba con la punta de la lengua a Caleb. Y todos se encontraban dormidos. Caminé por el tejado segura de mis pasos, sólo esperaba que el nudo de las cintas de mis zapatos deportivos no se deshiciera. No había exactamente una escalera, pero para qué la quería si tenía dos piernas en buen estado. En un dos por tres ya me encontraba en el suelo. Busqué en la noche a Caleb; y ahí estaba a unos pasos delante de la casa.

─ ¡Hey!

─ Hey –le contesté sin parpadear hasta que me di cuenta que no venia solo, también venia Jim.
─ Necesitaba verte– confesó este último

─ Si, y yo vengo de Narnia – dije fríamente, cerciorándome de que en verdad Caleb me había ido a visitar.

No estaba al tanto de cuánto tiempo transcurrió desde la última vez en que nos habíamos visto. Él llevaba puesto su uniforme del trabajo. Me quede viéndole fijamente sin que se diera cuenta.

─ ¡Feliz cumple! ─

─ Pensé que nunca lo dirías ─susurré – ¡Gracias! –agradecí fuertemente.

─ Toma, esto es para ti –me entregó una caja de regalo envuelta. –Te lo compramos

─ ¿Tú y Jim? –dije echándole a los dos una mirada. Aunque mi amigo quería pasar desapercibido.

─En realidad –respondió Caleb – Es de mi parte y de Shelby

─ ¿Quién es Shelby? –pregunté incómodamente

─ Es mí… De eso quería hablar contigo, ¡ella y yo estamos saliendo, Anne! –Él me confirmo su situación al tanto me abrazaba – ¡Ella es tan perfecta!─

─ Felicidades –dijo Jim algo cansado, sin rastro de alguna emoción

─ Gracias amiguito, ¿tú qué piensas, Anne?

“¿Y yo qué?” es lo que pensaba dentro de mi “¿Por qué me siento de ésta forma?”

Mi promesa se había muerto gracias a su espontanea decisión de apartarme de su vida, si eso quería, eso tendría. Mi plan era comentarles a las dos acerca de mi idea de dar un cambio a nuestras vidas pero no más. Sonaba inmaduro, no obstante a mí me dolía más que a nadie lo que sucedía.

─ Que guay –dije a Caleb, a Jim me limite a decirle – Nos vemos, llegas temprano ¡eh!


Les di una última mirada y moví mi mano de un lado al otro cómo despedida.

Finalmente volví a la casa pero esta vez por la puerta trasera de la cocina. Me hallaba atontada y con sentimientos nunca antes sentidos. Sospechaba que a cada paso que daba me derrumbaría.
En un tiempo no tan bueno llegue a mi habitación, antes de entrar eché una miradita a la puerta de Daniel. Que mas daba, entré a ella y me quité los zapatos.

─ ¿Terminaste los deberes? –dijo él prendiendo su lámpara.

─ Algo así –mi voz sonaba quebradiza -

─ Ven, entra –comentó levantando las cobijas –Sé que te da miedo la oscuridad, anda apúrate que hace mucho frio.

Y tenía razón por una extraña razón, cada vez que me encontraba sola en la oscuridad corría a la luz más cercana. Ésta vez solamente quería desaparecer.

─ Apaga la luz –ordené

En cuanto estuvo sin luz la habitación, comencé a desvestirme para cubrirme con las mantas. Solía a hacer este tipo de cosas cuando estaba con Caleb; él me daba seguridad. Ya llevábamos varias veces durmiendo juntos, más bien en la misma cama. Desde que llegue a la familia Miller, fue ese mi objetivo, encontrar el lugar estable para dormir, ya que siempre he tenido ese tipo de problemas.

Intentaba descansar sin pensar en nada; mi mente en blanco.

Soñaba en que un perro me lambia la espalda, yo no paraba de reír. ¿Eso era un sueño?, lo sentía tan real, después pasó esa pesadilla en que me aplastaban muchas rocas, y desperté. Los labios de Daniel estaban en mi espalda.

─ Estoy sabrosisima ¿verdad?

─ ¿Mmh? Tengo ganas de hacer algo, quédate quieta.

En un momento ya estaba arriba de mí.

─ Danny es tarde, hazlo mañana─ intenté levantarme pero él me retuvo.

─ Quédate dónde estás.
─ ¡Y dale con lo mismo!

No hice caso omiso e intente nuevamente levantarme, me bofeteó y creí palidecer. Pese a que él era un estúpido en ocasiones, nunca espere en que fuera mucho más que eso; me resistí a lo que sea que quisiera.

─ Te dije que te quedaras quieta.

Basta quise gritar cuando en ese momento sucedió.


¿Y si digo que volví…?

¿Y si digo que volví…? Alguna vez lo dije y lo repito: el tiempo sin duda pasa a gran velocidad. No estoy precisamente segura que hay...